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El fuego ignora la capacidad que tiene de hacer daño a la polilla. Por eso la provoca y atrae, una y otra vez. Para que no se aleje demasiado.

La polilla cae siempre en la trampa, arriesgando su vida en el proceso. Incapaz de resistirse a su belleza. Siendo consciente de que el día que roce la llama, será el último. Morirá calcinada.

A LA LUZ

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