BETZ BURTON - STORYTELLER
El amor está en el aire.
Dicen que el amor puede hacernos volar. Sin embargo no resulta fácil elevarte del suelo a no ser que seas un pájaro. Por eso los agapornis lo tienen tan fácil, y no sólo lo que a volar se refiere. También son conocidos como lovebirds, que se traduce como pájaros del amor. Estas aves escogen a una pareja a la que entregan su vida. Tal vez algunos humanos podrían aprender de ellos un par de cosas sobre romanticismo y fidelidad.
Se supone que en el reino animal prevalece el instinto de supervivencia por encima del resto. Sin embargo, estos mini loros se quedan con su pareja aunque la comida sea escasa o el tiempo empeore. La cuestión es entonces por qué lo hacen.
La realidad es que los agapornis son animales muy sociables que requieren atenciones constantes, y resulta más fácil recibirlas de la misma pareja que ir buscando afecto de nido en nido. No obstante, existe el mito extendido de que si un miembro de la pareja muere, el otro se deprime y se deja morir. Esto no es verdad, si uno de los dos se queda solo, buscará una nueva pareja, ya lo dice el refrán “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Incluso se conocen muchos casos de ejemplares promiscuos que a pesar de tener una pareja buscan copular con otros individuos. Científicamente hablando, es el modo de perpetuar la especie y de obtener la mezcla de ADN. Una estampa menos romántica, desde luego, pero necesaria desde el punto de vista de la evolución.
Así que es mejor pensar que existe un componente de amor verdadero entre dos animales que se ven, y de pronto las flechas de Cupido hacen su magia. Eso sí, cuidado con un pájaro enamorado, porque el pequeño y cuco agaporni nos hará partícipes de su amor con su cantar. Un canto mucho más parecido al grito de Marion Crane en “Psicosis” que al dulce trinar de algunos primos lejanos como canarios o jilgueros.
Si estás pensando en adquirir una de estas coloridas aves como mascota, quizá deberías plantearte hacerte con una pareja. Y no porque un ejemplar no pueda sobrevivir por su cuenta, si no porque buscará una pareja por cualquier medio. Y si no la encuentra dentro de la jaula, es muy probable que acabe siendo su dueño. La decisión depende de lo dispuesto que uno esté a dar todo el cariño que un agaporni necesite.