Te leo.

Sumerjo mis ojos en tus palabras.

Y no quiero cambiarte un punto,

ni una coma.

 

Imagino un mundo entero,

del que eres protagonista.

Diálogos que guardas

esperando a ser descubiertos.

 

Podría escribirte otra vez,

de los pies a la cabeza,

con mis manos en tus letras.

Beber tu tinta sorbo a sorbo.

 

Repasar cada letra con mis labios.

Pasar tus páginas deseando llegar al final

solo para volver a empezar.

Y aprenderte de memoria.